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31 de marzo de 2022

Los niños que fueron golpeados movilizan a funcionarios y juezas que arriban al refugio

Gladys Liliana Lami y Ana María González Ruiz se trasladarán al nuevo “hogar” de los hermanitos.

La Fiscalía de Añatuya, trabaja contrarreloj, resuelta en escuchar al niño de 5 años atacado por su madre y, a la vez, las juezas de Control y Garantías se trasladarán hoy al refugio que los aloja, una semana después de un escándalo que puede acabar de la peor manera para la mujer detenida. Todo se precipitó días atrás.

Un vecino filmó con su celular cuando una mujer golpeaba a patadas a sus dos hijos, de 5 años y 1 y 11 meses.

El documento “aterrizó” rápido en la policía y con más intensidad aún en el despacho de la fiscal Alejandra Sobrero. A diferencia de todo universo delictivo convencional, cuando las víctimas son niños imposible no inyectar sensibilidad a la fría letra de la ley. Mucho menos, no conmover al más frío de los instructores.

Ese ímpetu hoy moviliza a un grupo de abogados, psicólogos, médicos, asistentes sociales, policías, fiscales y jueces. Por un lado, la fiscal trabaja con el menor de 5 años, en procura de determinar si podrá, o no, participar de una Cámara Gesell, ante psicólogos, abogados y otros profesionales. A la vez, las juezas Ana María González Ruiz y Gladys Liliana Lami arribarán hoy al refugio en el que los pequeños reciben contención, amor, alimentos y atención médica. El objetivo de las magistradas sería interiorizarse, en directo, cómo es el día después.

De que manera la Justicia auxilia a pequeños maltratados por quienes deberían cuidarlos y amarlos. Jurídicamente, las juezas van a constatar el estado integral de los dos niños y su cuadro psicoemocional. Sin embargo, trascendió que impulsa a las dos funcionarias el estado decadente de los dos chiquitos: el más pequeño con secuelas de haber sido quemado con cigarrillos y hasta de haber sido arrastrado por el piso.

“Si vieran, el bebé toma la mamadera con una pasión, ansiedad”, confió una empleada del refugio. En contexto, integraban un hogar en el que su titular tenía trastocada la percepción de pobreza, desidia y abandono de sus hijos. Cualquier vecino que osaba ofrecer tenderle una mano, recibía insultos, un orgullo o autosuficiencia sin ningún sentido ante dos niños carentes de todo. Ese escenario hoy quita el sueño al ejército de funcionarios que cimenta el futuro de los dos hermanitos. El de su madre se asoma más que previsible, directo y sin escalas a la prisión preventiva.

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