La Fiscalía solicitó ayer una condena a prisión perpetua para Rino Garnica, el sujeto que la mañana del 16 de febrero del 2016 asesinó a puñaladas a su expareja, Silvia, y a su hermana, Silvina Rojas, en el Lote 40, cerca de Los Juríes, General Taboada.

En encendidos alegatos, Alejandra Sobrero y Martín Silva manifestaron que "se trató de una masacre", en alusión al ataque de Rino en contra de las dos hermanas, quienes luego fueron socorridas en los hospitales, pero dejaron de existir casi en forma conjunta.

A criterio de los fiscales, el individuo obró con el deseo de ultimar a las dos mujeres, quizá envenenado por los celos, o reticente en aceptar el fin de su relación y que Silvia se fuera de su casa, días previos. Los testigos que declararon en el juicio manifestaron que la mujer era víctima de violencia, aún cuando convivían en el hogar conyugal. Por el contrario, a su turno, la defensa, a cargo de Melissa y Mirko Slamich, instaron a la absolución de su cliente, por entender que cometió un homicidio "por exceso en legítima defensa".

Los abogados señalaron que en realidad Rino fue atacado primero por su excuñada. Desde ese escenario, acotaron que después su cliente solo atinó a defenderse con un cuchillo que recogió de la casa. Los testigos clave fueron los hijos de ambas víctimas. Allí radica lo sustancioso. En aquellos dos o tres minutos, Rino dejó en un charco de sangre a las dos hermanas heridas y agonizantes, entienden los expertos del Derecho. Ahora, el tribunal pasó a un cuarto intermedio y la suerte final de Rino se definirá la semana venidera, o quizá en la otra. El acusado abandonó los tribunales esposado y en un silencio sepulcral, quizá contemplando nada más que rejas al final del túnel.