Desde 1.975 la Organización de las Naciones Unidas, ha decidido que el 8 de marzo, sea considerado el Día Internacional de la mujer. El primer Día Internacional de la Mujer se celebró en 1911 en varios países de Europa. Las mujeres continuaron luchando por sus derechos a lo largo de la historia, y en 1975 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoció oficialmente el Día Internacional de la Mujer. Desde entonces, se ha convertido en una fecha importante para reconocer la lucha de las mujeres por la igualdad de género y los derechos humanos.

Por ello, este 8 de marzo, enviamos una invitación común a un reducido grupo de todas esas féminas que habitan o transitan  nuestro territorio y que nos representan –de alguna manera- en distintos ámbitos. Les propusimos nos escriban cómo viven este día, qué las moviliza, su conciencia feminista o simplemente, nos compartan lo que ellas elijan.

DANIELA MASCAREÑO, una joven fruto de la crianza de mujeres fortalecidas por la vida; que tiene a su madre como modelo y a su hermana y abuela como pilares, tiene mucho que decir. Y lo hace. Ella se expresa libremente en cada espacio que habita y se esfuerza por convertirse en la mejor versión de sí misma. Amante de los retos, es profesora de Tela acrobática o danza aérea. Por estos tiempos, cursa la etapa final (tesis) de la carrera de Trabajo Social en la Universidad de Tucumán, donde se desempeña como ayudante de Cátedra, cargo ganado tras haber concursado y obtenido notas y conceptos brillantes.

Daniela, la mayor de dos hermanas, ama indagar en las jerarquías sociales; se identifica –y se encuentra- caminando las periferias y enfrentando lo profundo de las elecciones femeninas.

Son esas vivencias ajenas y las propias como mujer_hija, mujer_hermana y amiga, las que la seducen a tomar las palabras y relatar y escribir, y lo hace desde su ser más íntimo. Hoy comparte con nosotros este escrito que tiene el sello femenino de sus vivencias.

WARMIKUNA (Mujeres)

Aunque históricamente poco se haya ocupado en significarnos como nos merecemos, nos construimos y reconstruimos constantemente, batallando hasta con las entrañas contra lo que nos intenta arrojarnos de nuevo a las sombras, a las injusticias.

Abrazamos las pasiones, diversas, inmensas, terrenales, errantes, multifacéticas.

Rozar con el hartazgo cotidianamente hace que se mantenga viva la llama de antiguas erupciones, empujándonos siempre a estados de emergencia, de urgencia de que el mundo tiemble alguna vez por nosotras, las que estamos, las que nunca más van a poder callar, porque somos y seremos por las que perdimos en la lucha, miles en un solo cuerpo, que nos transporta, que transpira y se transforma.

Pisando en esta esquina del universo, creciendo entre tejidos de agua, aire, fuego y palabras sin miedo, soy un granito de maíz en el surco del tiempo, sembrada en un vientre de barro de alma guerrera, pertenezco a una manada de mujeres cuya natural fuerza es reverdecer.